Cronica de una desvinculacion anunciada

18 de julio - Hice un vago intento por recordar cuanto tiempo llevo recorriendo esos pasillos sintiéndome ajeno pero no logro establecer si fueron solo unos meses o si en realidad eran años. Largos y tediosos años de andar por ahí, de subir y bajar escaleras, de salir a comprar comida como excusa para poder tomar aire y recordar que del otro lado de esos vidrios de paño fijo con laminado espejado aun había un mundo por descubrir. El sol siempre brillo al otro lado de mi oficina y el aire siempre se sintió más puro, liviano y fresco. La lucha del empleado adoctrinado por no perder hasta el último y más mínimo pensamiento desobediente es desgastante. Es como nadar en contra de la corriente. Este es un rio alienante y homogeneizador seguramente bautizado con algún nombre en inglés que a la clase media más o menos culta le suena bien. Lleva nombre con acento en el futuro. Una falacia tan dulce y cómoda que finalmente genera un círculo vicioso de hastió y adicción. Como en el infierno de Dante, debería haber una advertencia en la puerta, solo que aquí esta prohíbo dejar las esperanzas al entrar. Por el contrario, es obligatorio desear ya que sin ello no se podría sostener una estructura tan vulgar e inútil. Aquí se viene a crecer, a engrandecerse, a desarrollar y por sobre todas las cosas a generar ganancias. Como podría alguien perpetuarse en un lugar así sin el idiota e infeliz deseo de obtener una recompensa? El patrón no sabe mi nombre. Solo soy un numero de empleado en una lista que se cruza con otras listas y que con un vlookup puede decir más o menos cosas de mi. Todas aquellas cosas que entren en una celda de Excel. Como no sentirse encarcelado si mi persona aquí no es más que lo que cabe en una planilla de calculo? Somos realmente tratados como seres humanos? Es esa acaso la mayor falacia de la industria de las personas? Esas son las cosas que me pregunto tomando un café, mirando llover por la ventana del local de la calle Alvear, mientras la imagen de Antonio Banderas, en un burdo intento de seducirme, pretende venderme una colonia (no tan) barata que, según él, hace 20 años que es un éxito. 

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