Hace muchos años, cuando era psicólogo muy joven, trabajé en algunos geriátricos. (...) Muchos de ustedes trabajarán o habrán trabajado en alguna institución , y sabrán que lo que tiene que hacer todo el que trabaja en un establecimiento al ingresar es ir a la cocina, porque la cocinera es la que está al tanto de todo lo que pasa. Más que los médicos incluso. Llegué, entonces, una mañana, me dirigí a la cocina y, como era habitual, le pregunté a la cocinera. -¿Y, Betty, alguna novedad? -Sí, doctor- me llamó así aunque soy licenciado-. ¿Ya vio a la vieja atorranta? -No - le dije asombrado-. ¿Entró una abuela nueva? -Sí, una viejita picarona. Me quedé tomando unos mates con ella y no volví a tocar el tema hasta que entró la enfermera y me dijo: -Gaby, ¿ya viste a la atorranta? -No -le respondí. -Tenés que verla. Se llama Ana. Lo primero que me llamó la atención fue que utilizara, para referirse a ella, el mismo término que había usado la cocinera: atorranta. Pero lo cierto es que habí...
Me parece oportuno señalar algunas cuestiones para comprender este relato. Partiendo del "Día 0" hasta el "Día 25 - EL FIN", quien lea va a encontrar un registro emocional de lo que fui viviendo durante toda esta experiencia. La numeración va en función de los días que necesité para ir descargando y desentrañando toda la hazaña. Los días más importantes tienen una referencia que acompaña. Ej.: "Día 15 - El momento clave". Es importante que el lector tenga en cuenta que ésta es solo una versión de la historia y que, si bien los hechos no varían, si puede cambiar la interpretación de los mismos. Además, cabe destacar que todas las publicaciones tienen un contexto emocional que acompaña al relato que resulta importante para poder entender desde qué punto está hecho. No es mi intención exponer a nadie ni fomentar ningún tipo de juicio de valor. Gracias. RobertinoGio Día 0 Aún sabiendo que no era posible decidí tentar al destino: seleccioné...
Tocaron a la puerta y me sorprendí. Estaba completamente seguro que en mi agenda no tenia nadie a quien esperar. Nunca lo tuve. A lo mejor era el cartero con mas de esas cartas membretadas que vienen a avisar que uno esta en deuda con alguien. Me puse las pantuflas y me fui arrimando a la puerta de entrada. Tocaron una segunda, una tercera y hasta una cuarta vez. Parecía que quien estaba del otro lado tenia algún tipo de prisa o urgencia. Me acobarde al principio pero finalmente tome coraje y abrí la puerta. Siempre abro la puerta sin observar por la mirilla. Y es que me da la impresión de que quien aguarda en el umbral sabe que lo están mirando y no sabe de que manera comportarse. No lo reconocí. Había pasado demasiado tiempo y si bien él era el mismo, yo simplemente no lo recordé. Le pregunte si podía servirle en algo pero para ese entonces ya estaba casi sobre el marco de la puerta. Asustado, intente cerrar esa hoja pesada de madera pero ya era demasiado tarde. La cerradura se había...
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