Placer

El día húmedo y gris anunciaba la tormenta de agua y viento que vendría diez minutos antes de llegar al departamento pero jamás podría haber anticipado los sucesos de aquella tarde.  Íbamos caminando por la calle cuando se sintieron caer las primeras gotas. Apuramos el paso creyendo que podríamos llegar intactos pero al aguacero nos dejo completamente mojados. Esperando el ascensor veía las gotas cayendo por el pelo, la cara y el cuello. Sus ojos celestes brillantes y translucidos tenían una mirada aun mas intensa que la tormenta que se había desatado afuera. Apreté el botón del piso correspondiente pero un corte de energía nos dejaría varados en las alturas, colgados de un cable de acero. Decidimos sacarnos la ropa mojada pero verlo en bóxer  me hacía temblar más que el mismísimo frío. La temperatura no daba tregua y el corte podría durar horas así que nos abrazamos para mantener el calor corporal. Estaba tan cansado que dejo caer su cabeza sobre mi hombro sin tener en cuenta que el roce de su respiración en mi cuello me excitaría en pocos segundos . Podía sentir como el aire frió entraba por su nariz y salia caliente y húmedo por la boca. Su barba acariciaba mi hombro y me iba seduciendo mas y mas. Comencé a bajar mis manos por su espalda hasta meterlas dentro de su ropa interior. Una piel suave, húmeda, caliente y firme acompaño todo el camino hasta llegar a la parte mas prominente de sus curvas. Ya no sentía frió. Se me aceleraban las pulsaciones y podía sentir que el contacto de nuestros cuerpos producía un calor intenso, suficiente como para empañar todos los espejos del habitáculo. Apreté sus glúteos contra mi vientre al tiempo que su boca subía por mi cuello. Sus labios parecían quemar mi piel y sus manos recorrían mi cuerpo mientras su boca acariciaba la mía. Nunca nadie me había besado así, como manteniendo una calma que podría durar solo cinco minutos más. Sus ojos celestes cristalinos se clavaban en los míos como si estuviésemos haciendo el amor con la mirada. Su esplendor se escapaba de la ropa interior y yo no tenia intenciones de impedirlo. Mi cuerpo estaba en llamas aun estando apoyado contra el frió acero de la puerta del ascensor. La energía había vuelto y la puerta se abría al tiempo que agarrábamos la ropa del piso para taparnos. El palier estaba vacío pero corrimos hasta la puerta del departamento para evitar posibles miradas furtivas, inquisidoras y chismosas. La adrenalina apuraba el paso y la sintonia nos volaba la cabeza. Tiramos todo en el piso pero esta vez dejamos la ropa interior también. Mi cuerpo se había acostumbrado a sus manos suaves y delicadas y quería ser acariciado de pies a cabeza. Desnudos y acalorados nos fundimos en un abrazo de cuerpo entero en el que no se sabia a quien pertenecía cada parte. Los instintos mas bajos surgían a través de los deseos mas profundos y morbosos y la habitación se llenaba de ese olor repugnantemente dulce, como a sexo, como a placer. Ya no hacíamos el amor con los ojos solamente sino con cuerpo y alma. Entregados al goce quedamos tendidos en el piso, sin aliento.

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