Un cuento...

Tocaron a la puerta y me sorprendí. Estaba completamente seguro que en mi agenda no tenia nadie a quien esperar. Nunca lo tuve. A lo mejor era el cartero con mas de esas cartas membretadas que vienen a avisar que uno esta en deuda con alguien. Me puse las pantuflas y me fui arrimando a la puerta de entrada. Tocaron una segunda, una tercera y hasta una cuarta vez. Parecía que quien estaba del otro lado tenia algún tipo de prisa o urgencia. Me acobarde al principio pero finalmente tome coraje y abrí la puerta. Siempre abro la puerta sin observar por la mirilla. Y es que me da la impresión de que quien aguarda en el umbral sabe que lo están mirando y no sabe de que manera comportarse. No lo reconocí. Había pasado demasiado tiempo y si bien él era el mismo, yo simplemente no lo recordé. Le pregunte si podía servirle en algo pero para ese entonces ya estaba casi sobre el marco de la puerta. Asustado, intente cerrar esa hoja pesada de madera pero ya era demasiado tarde. La cerradura se había esfumado como si nunca hubiese existido. Cuando me di cuenta ya estaba sentado en la cocina, así que me acerque y le ofrecí un té. Siempre ofrezco a mis visitas una taza de té caliente. Lo mire y entendí que estaba de vuelta. Había regresado y para quedarse, o eso pensé yo. Me sentí invadido por una ola de sentimientos agradables y el pudo notarlo. Se sintió incomodo. Su expresión ya no era igual. Había cambiado por completo. Había podido percibir absolutamente todas mis sensaciones con solo mirarme. Así fue que se levanto, clavo sus ojos en los mios, se dio media vuelta y salio por donde había entrado sin decir una sola palabra. Y es que no era necesario. Había escrito todo con una mirada, como si mis ojos fuesen el papel y los suyos la tinta azul. Estaba de paso. Solo se trataba de una visita no correspondida, errada. A lo mejor nunca había tocado la puerta. A lo mejor fui yo quien lo invito a pasar y nunca pude notarlo. El recuerdo esta envuelto en una neblina pesada y sofocante. El amor había vuelto, había mostrado sus encantos, me había cautivado hasta tener la ultima gota de cordura y se había marchado dejando solamente una taza de té a medio tomar y una mirada que podría herir al mas fuerte de los seres humanos. Ya era tarde. Ya estaba muy lejos. Volví a la cocina, lave la taza de té y junte con la escoba los restos de mi corazón que yacían el piso, sin utilidad alguna. Me apresure a llegar al sillón y me saque las pantuflas deseando no haber abierto esa maldita puerta.

FIN ?

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