Del otro lado del espejo


Toda una vida mirando la misma pared espejada detrás de la puerta de entrada. Toda una vida se había visto reflejado en ella sin saber que se escondía detrás. La misma rutina cada mañana. Se miraba antes de salir sin prestar demasiada atención. Un buen día, como tantos otros, resbalo con el escalón y fue directo contra el espejo. Lejos de romperlo en mil pedazos y abrirse la cabeza, cayó dentro de su reflejo como si de una ventana se tratara. Se puso de pié y atónito miro la misma pared que había visto los últimos veinticinco años. Nada había cambiado. Todo parecía igual. Supuso que había sido el golpe el que le hizo creer que estaba del otro lado. Salió de la casa como siempre sin darle demasiada importancia al asunto y siguió su camino habitual. Vio pasar a la vecina con el perro como cada mañana sin notar que la correa no la tenía puesta el perro sino la mujer. Se subió al colectivo sin notar que el conductor era un pasajero. Se sintió extrañado cuando su jefe le pregunto que debía hacer pero estaba muy dormido como para notar la cuestión. El mundo parecía igual pero estaba completamente al revés. Los perros paseaban a sus amos, los empleados ordenaban a sus jefes y los autos manejaban a sus ocupantes. Pero lo más importante es que del otro lado del espejo él ya no lo amaba. Del otro lado del espejo, cuando todo parecía estar en sentido contrario, él sentía libertad absoluta. Ya no sentía miedo, ni culpa, ni angustia. Salió del trabajo sin el típico dolor de cabeza y volvió a su hogar con un aire de felicidad extraño. Ya no estaba somnoliento y no podía obviar lo inverosímil de la situación. Veía atónito como el mundo giraba en sentido contrario. Cerró la puerta con llave y se quedo mirando el espejo. Tomo carrera y volvió a golpearse la cabeza contra la pared. Un sentimiento de angustia profunda lo invadió, como si extrañara a su gran amor. Sabía que estaba nuevamente del otro lado del espejo donde el mundo parecía normal. Se había pasado años yendo y viniendo de un lado y del otro, luchando entre ese mundo que parecía normal y ese otro donde todo parecía estar de revés. Una pelea constante entre la infelicidad del deber ser y las ganas de libertad. Tanto fue y vino que acabo por no saber de qué lado estaba. No le importaba nada. Cruzaba de un lado y del otro a su antojo hasta que el espejo se vino abajo. Lo vio frente a sus pies hecho añicos y se dio cuenta que estaba atrapado. El mundo parecía girar al derecho y él había quedado preso de su angustia y de su dolor. Había optado por el camino más fácil, se había escapado de sus sentimientos por años creyendo que la solución era refugiarse en un mundo irreal. El espejo había desaparecido y no tenía otra opción más que aprender a ser feliz en este mundo.

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